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miércoles, 10 de octubre de 2012

Dejima 1ª parte

No sé a vosotros pero a mí la curiosidad me ha picado muchas veces con algunos temas relacionados con el bonsái. En este caso me gustaría iniciar una serie de entradas donde tras una pequeña investigación he averiguado el porqué de los epítetos asignados a algunas especies de árboles que utilizamos para bonsái ¿Os suena thunbergii, sieboldii, buergerianum, kaempferii, hindsii, etc? En estas historias os lo cuento…

En este viaje debemos ir a Japón, ¡claro!, al igual que un día muy lejano lo hicieron nuestros antepasados españoles que se dedicaban a recorrer el mundo con sus naves en busca de riquezas. Naturalmente dentro de esas riquezas estaban las almas humanas ya que España no se interesó mucho por Japón desde el punto de vista comercial pues no poseía grandes recursos naturales pero si del religioso –incluso San Francisco Javier visitó las islas en 1549 para iniciar la evangelización-. Sin embargo, parece ser que entre la intolerancia del cristianismo hacia el sistema de gobierno feudal, el antecedente de la conquista de Filipinas y las rencillas entre holandeses, portugueses y españoles, las autoridades niponas acabaron por rechazar de lleno la cristianización y expulsar a sus seguidores del país, produciéndose entonces un aislamiento general que permaneció hasta mediados del siglo XIX. Pero un estado con escasos recursos –dicen los entendidos que si Japón hubiera sido rico en minerales preciosos, España lo hubiera conquistado sin muchos problemas a pesar de la gran cantidad de armas de fuego que ya se utilizaban en aquel país- no podía dar la espalda al resto del mundo así que decidió entablar, eso sí de manera aséptica, una relación comercial con Holanda que duró varios siglos. Con anterioridad, portugueses –en 1550-, ingleses y holandeses – a inicios del siglo XVII- se habían asentado en la ciudad japonesa de Hirado como base de sus actividades comerciales.

En 1609 se da el primer paso en las relaciones Holanda-Japón con la concesión por parte del Shogun de un acuerdo comercial. Portugueses y españoles fueron expulsados de Japón en 1638 quedándose los holandeses por su condición de protestantes.
Los comerciantes holandeses que se interesaron por el negocio de las especias que hasta entonces había estado dominado por los portugueses y a la sazón por la Corona Española ya que había anexado a Portugal, se establecieron en las Indias Orientales, es decir, las islas que hoy en día forman Indonesia.

En 1602, se creó la Compañía Holandesa de las Indias Orientales (Vereenigde Oostindische Compagnie, en adelante VOC) gracias a la concesión de un monopolio por parte de los Estados Generales de los Paises Bajos para realizar actividades comerciales en Asia. VOC fue la primera empresa multinacional y la más rica de la historia poseyendo poderes parecidos a los de un gobierno, como declarar la guerra, acuñar moneda, negociar tratados o establecer colonias.
Como hemos dicho, VOC se instaló en Hirado pero un hecho casual hizo que fueran expulsados de allí en 1641. Se construyeron dos grandes almacenes de piedra y como práctica habitual, los constructores dejaron reflejadas en la piedra las fechas en que fueron construidos, 1637 y 1639. Cuando el shogunato se percató de este hecho, no queriendo saber nada con el cristianismo y por tanto con la era cristiana –recordemos que nuestra fecha tiene como año cero el nacimiento de Jesucristo- mandó derribar ambos edificios. Aprovechando la ocasión y preocupados por la integridad cultural y política de su país, las autoridades japonesas confinaron a VOC en una pequeña isla artificial ubicada en la bahía de Nagasaki llamada Dejima -o Deshima- que había sido construida en 1634 por orden del Shogun y que acogió originalmente a los comerciantes portugueses (también influyó el decaimiento comercial en Nagasaki propiciado por la salida de los portugueses).

Dejima tenía 120 metros de largo y 75 de ancho y estaba unida a tierra por un pequeño puente. Los holandeses no podían salir de la isla –hecho este muy importante para nuestra historia- y estaban férreamente vigilados por oficiales japoneses como si de una cárcel se tratara para evitar que en ningún momento pisaran “suelo sagrado”. Se nombró un gobernador – bugyo- responsable de todos los contactos entre VOC y el shogunato.

Cada barco holandés que llegaba a Dejima que en total fueron 606 en todo el periodo de asentamiento, era inspeccionado por el gobernador y sus funcionarios. Las velas del buque eran plegadas hasta que el barco partiese de nuevo. Los libros religiosos y las armas eran sellados y puestos en custodia. No estaba permitido ningún servicio religioso en la isla.

Todos los gastos ocasionados por la isla debían ser pagados por VOC –entre vigilantes, comerciantes, funcionarios y traductores habría más de doscientas personas además de unos veinte holandeses- pero los beneficios eran muy altos, comerciando con seda originalmente aunque más tarde con azúcar, pieles de ciervo y tiburón o llevando allí paño de lana o cristalería desde Europa. Los propios empleados de Dejima comerciaban en lo que se denominó el comercio del Kanbang y que era permitido por el gobierno japonés para obtener libros y aparatos científicos.
Durante la ocupación napoleónica, Dejima fue el único lugar en el mundo donde ondeaba la bandera holandesa ya que sus gobernantes pudieron esquivar la dominación de franceses o ingleses.
Tras la bancarrota de VOC en 1795, el gobierno holandés tomó las riendas hasta 1847 fecha en la que acabó el asentamiento.

Con los años, Dejima fue cediendo terreno al mar y desapareciendo. Sin embargo, tanto para el pueblo de Nagasaki, Japón en general y el resto del mundo, Dejima jugó un papel decisivo en la historia de Japón. Frente al aislamiento del país -sakoku- surgió el movimiento rangaku que literalemente significa "enseñanzas de los holandeses" aunque se puede extender a enseñanzas extranjeras. Por ello se realizó un proyecto de restauración para que la isla fuera recordada (para los muy interesados http://www.city.nagasaki.nagasaki.jp/dejima/en/index.html
Aunque no está relacionado con el bonsái hay que destacar al cirujano alemán Caspar Schamberger como precursor de los rangaku que fueron continuados años más tarde por von Siebold.

A pesar de que en Japón solo existe una minoría de cristianos ( el 2%), en Nagasaki hay un gran número de ellos hoy en día, fruto de las misiones cristianas de los portugueses en Dejima.


Bahía de Nagasaki en la actualidad

Maqueta a escala de Dejima


Engelbert Kaempfer (1651-1716) era alemán, naturalista, explorador y médico y en 1690 llegó a Dejima. Estuvo dos años en Japón y supo, teniendo un gran tacto y diplomacia, así como siendo servicial desde el punto de vista médico, ganarse la simpatía de los japoneses que le abrieron el camino hacia la ansiada información.

Fue el primer científico occidental en describir la especie arbórea Ginkgo biloba, cuando en su época todos los colegas aseguraban que todas las especies de Ginkgo estaban extintas -la conocían gracias a fósiles encontrados y dudo si incluso se conocía por algún nombre en concreto-. Kaempfer compró la semilla y se la llevó de vuelta a Europa, introduciendo así esta especie - aún hoy se pueden contemplar estos árboles que fueron plantados en el jardín botánico de Utrecht -. En su nombre botánico aparece la L. que es señal de que esta especie fue clasificada por el propio Linneo.
También es especie dedicada al bonsái el Larix kaempferi nombrado, como otras, en su conmemoración.

Pero ¿de dónde viene este nombre tan impronunciable de Ginkgo? Algunos autores lo han investigado y han llegado a la siguiente conclusión: En Dejima, Kaempfer consiguió copias de un diccionario ilustrado “Kinmôzui” donde en el libro 18 correspondiente a frutas aparecía este árbol con el nombre de Ginkyo escrito en caracteres chinos. Significa "albaricoque de plata" (gin=plata, kyo=albaricoque). Kaempfer no estaba capacitado para leer este libro al no entender los caracteres chinos pero a base de numerar los caracteres podía ir descifrando las pronunciaciones. Aunque en un principio se pudo pensar que el cambio de la “y” por la “g” fue una errata del impresor del libro “Amoenitates Exoticae”, donde se publicó por primera vez esta especie, tras el análisis de las muchas notas que se han encontrado de Kaempfer en Dejima, todo indica que se trató de un fallo de este en la traducción. Le deberemos entonces siempre a él esta dificultad lingüística al pronunciar el nombre de esta especie tan maravillosa.


Continuará...




5 comentarios:

  1. Que gran entrada , todo un lujo para los que nos gusta la cultura japonesa sobre todo cuando incluye relatos sobre curiosidades poco conocidas. Esperamos ansiosos la segunda parte.
    Un saludo

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  2. Muchas gracias. Lo he dividido en tres partes para no cansar mucho.

    Un abrazo

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  3. Muy interesante...
    Pon ya la 2da parte y déjate de historias.

    Un abrazo

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  4. ¿Qué quieres que me quede sin fuelle tan pronto?

    Un abrazo

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