Hace ya tiempo que descubrí que a los yamadoris no los traía la cigüeña y que tampoco venían de París. Pero entonces, ¡de dónde coño vienen???
Que la Naturaleza es sabia lo sabemos todos pero, ¿os habéis parado alguna vez a pensar por qué la fruta es tan sabrosa? La razón es la misma que el porqué algunas semillas tienen alas o púas o ganchos. Exactamente igual que porqué es placentero el acto sexual. El mecanismo de propagación de las especies es implacable y sin él, el mundo ya no existiría.
En su afán de reproducirse, las plantas emiten semillas pero con eso no basta. Estas semillas deben esparcirse y alejarse de la planta madre por varias razones ya que además de producir nuevas plantas, si estas estuvieran muy cercanas entre sí, deberían competir por los recursos necesarios de agua, nutrientes y luz solar. La germinación de una nueva planta cerca de otra ya crecida tiene pocas posibilidades de llevarse a cabo.
Pero vamos a ir centrando nuestro objetivo.
La parte dispersada se denomina diáspora, disémulo o propágulo (curiosamente ninguna de estas palabras aparece en el diccionario, al menos con este significado).
Y la sabia Naturaleza tiene varios mecanismos de dispersión:
Autocoria, cuando el agente dispersante es la propia planta. Baricoria, si caen al suelo por gravedad (la manzana de Newton). Anemocoria, si se dispersan por el viento. Hidrocoria, si el trasporte es el agua (incluso de mar en el caso de los cocos). Por último y acercándonos más a nuestro punto de llegada, la Zoocoria si las diásporas son dispersadas por animales.
Dependiendo del mecanismo de dispersión, esta puede ser: Epizoocoria, cuando se adhieren al animal, diszoocoria cuando los animales las trasportan para almacenaje (nueces, bellotas o bulbos) y Endozoocoria cuando la diáspora tiene que atravesar el aparato digestivo del animal. Ahí ya nos estamos quemando.
Por último, según el animal dispersante estamos ante: antropocoria, si es el hombre el que la dispersa voluntaria o involuntariamente. Mamaliocoria si son mamíferos. Entomocoria si se trata de insectos. Saurocoria si son reptiles y caliente, caliente, Ornitocoria si las que dispersan los propágulos son las aves.
Las plantas deben presentar frutos que sean vistos por los pájaros, que resulten atractivos y que permitan la dispersión cuando las semillas estén en condiciones adecuadas de viabilidad.
Las adaptaciones que presentan son:
1) Parte comestible atractiva (nutritiva y sabrosa).
2) Protección del fruto antes de la maduración de la semilla.
3) Protección de la semilla frente a la digestión (cubiertas duras).
4) Color vivo y, sobre todo, brillante de la superficie (para ser vistos por los pájaros).
5) Permanente adhesión a la rama.
6) Epicardio blando si la diáspora es la semilla.
Hay que tener en cuenta que los pájaros tienen un buen sentido de la vista, nulo olfato, vida arborícola y ausencia de dientes.
Hay también una serie de factores que hay que conjugar:
Exigencias energéticas y nutricionales del dispersante, así como la estructura de su boca (pico en este caso).
El aporte nutritivo debe estar de acuerdo con la demanda fisiológica. La planta produce los frutos de forma extensiva en la época en que más lo necesita el dispersante (el pájaro) y equilibra los nutrientes (siendo máximo el % de lípidos en la época próxima al invierno, cuando más lo necesita el animal).
En el fruto existen dos tendencias básicas: aumentar la relación pulpa/semilla y disminuir la suculencia (reducir el contenido de agua) pues el tamaño de la semilla no puede disminuir por debajo de un límite fisiológico determinado. Con ello se consigue aumentar el poder nutritivo sin aumentar el tamaño del fruto (que podría suponer que los pájaros picaran la pulpa sin ingerir las semillas). Es un hecho, que a medida que aumenta el poder nutritivo de un fruto, menor es el número de semillas que produce, lo que demuestra el éxito del mecanismo. En el monte mediterráneo, la pulpa supone entre el 30 y el 50% de los frutos, la semilla del 3,5 al 39% y el resto está constituido por agua.
Por otra parte, los requerimientos de la semilla para poder germinar: En muchas ocasiones, el paso de la semilla por el tracto intestinal de un animal es totalmente necesario para su germinación pues el ataque ácido que sufre permite que se rompan las cubiertas de protección de la semilla, cosa que de otra forma, no ocurriría.
La producción de frutos durante el otoño y comienzo del invierno permite conjugar las necesidades del dispersor con las de la planta pues ésta necesita que la semilla esté en el suelo antes de la estación fría para que se produzca un fenómeno de estratificación fría-cálida y seca-húmeda natural que requieren mucha semillas para germinar.
Mi historia, a punto de caramelo para presentaros a una gran familia de aves, los turdus (philomelos, visciuorus, pilaris, iliacus …). Hay otras especies que producen la ornitocoria como por ejemplo los estorninos (sturnus) a los que en mi pueblo siempre hemos mal llamado tordos, pero mi amigo, amigo de verdad, no es otro que el zorzal (turdus).En su afán de reproducirse, las plantas emiten semillas pero con eso no basta. Estas semillas deben esparcirse y alejarse de la planta madre por varias razones ya que además de producir nuevas plantas, si estas estuvieran muy cercanas entre sí, deberían competir por los recursos necesarios de agua, nutrientes y luz solar. La germinación de una nueva planta cerca de otra ya crecida tiene pocas posibilidades de llevarse a cabo.
Pero vamos a ir centrando nuestro objetivo.
La parte dispersada se denomina diáspora, disémulo o propágulo (curiosamente ninguna de estas palabras aparece en el diccionario, al menos con este significado).
Y la sabia Naturaleza tiene varios mecanismos de dispersión:
Autocoria, cuando el agente dispersante es la propia planta. Baricoria, si caen al suelo por gravedad (la manzana de Newton). Anemocoria, si se dispersan por el viento. Hidrocoria, si el trasporte es el agua (incluso de mar en el caso de los cocos). Por último y acercándonos más a nuestro punto de llegada, la Zoocoria si las diásporas son dispersadas por animales.
Dependiendo del mecanismo de dispersión, esta puede ser: Epizoocoria, cuando se adhieren al animal, diszoocoria cuando los animales las trasportan para almacenaje (nueces, bellotas o bulbos) y Endozoocoria cuando la diáspora tiene que atravesar el aparato digestivo del animal. Ahí ya nos estamos quemando.
Por último, según el animal dispersante estamos ante: antropocoria, si es el hombre el que la dispersa voluntaria o involuntariamente. Mamaliocoria si son mamíferos. Entomocoria si se trata de insectos. Saurocoria si son reptiles y caliente, caliente, Ornitocoria si las que dispersan los propágulos son las aves.
Las plantas deben presentar frutos que sean vistos por los pájaros, que resulten atractivos y que permitan la dispersión cuando las semillas estén en condiciones adecuadas de viabilidad.
Las adaptaciones que presentan son:
1) Parte comestible atractiva (nutritiva y sabrosa).
2) Protección del fruto antes de la maduración de la semilla.
3) Protección de la semilla frente a la digestión (cubiertas duras).
4) Color vivo y, sobre todo, brillante de la superficie (para ser vistos por los pájaros).
5) Permanente adhesión a la rama.
6) Epicardio blando si la diáspora es la semilla.
Hay que tener en cuenta que los pájaros tienen un buen sentido de la vista, nulo olfato, vida arborícola y ausencia de dientes.
Hay también una serie de factores que hay que conjugar:
Exigencias energéticas y nutricionales del dispersante, así como la estructura de su boca (pico en este caso).
El aporte nutritivo debe estar de acuerdo con la demanda fisiológica. La planta produce los frutos de forma extensiva en la época en que más lo necesita el dispersante (el pájaro) y equilibra los nutrientes (siendo máximo el % de lípidos en la época próxima al invierno, cuando más lo necesita el animal).
En el fruto existen dos tendencias básicas: aumentar la relación pulpa/semilla y disminuir la suculencia (reducir el contenido de agua) pues el tamaño de la semilla no puede disminuir por debajo de un límite fisiológico determinado. Con ello se consigue aumentar el poder nutritivo sin aumentar el tamaño del fruto (que podría suponer que los pájaros picaran la pulpa sin ingerir las semillas). Es un hecho, que a medida que aumenta el poder nutritivo de un fruto, menor es el número de semillas que produce, lo que demuestra el éxito del mecanismo. En el monte mediterráneo, la pulpa supone entre el 30 y el 50% de los frutos, la semilla del 3,5 al 39% y el resto está constituido por agua.
Por otra parte, los requerimientos de la semilla para poder germinar: En muchas ocasiones, el paso de la semilla por el tracto intestinal de un animal es totalmente necesario para su germinación pues el ataque ácido que sufre permite que se rompan las cubiertas de protección de la semilla, cosa que de otra forma, no ocurriría.
La producción de frutos durante el otoño y comienzo del invierno permite conjugar las necesidades del dispersor con las de la planta pues ésta necesita que la semilla esté en el suelo antes de la estación fría para que se produzca un fenómeno de estratificación fría-cálida y seca-húmeda natural que requieren mucha semillas para germinar.
Y ¿a cuento de que viene todo esto? os preguntareis los pocos que hayáis llegado a este punto después del rollo que os he metido ¿Qué sería de las especies de bonsái como los mirtos, lentiscos y las emblemáticas acebuches y ullastres y nuestras queridas sabinas y juníperos todas ellas necesitadas de la endozoocoria para expandirse ?
Dicen que si las abejas desaparecieran, desaparecería el mundo. ¿Desaparecerán los acebuches y ullastres y las sabinas si desaparece el zorzal?
Un pobre energúmeno con una percha de zorzales
Bueno, no me critiquéis mucho que sé que amáis a los animales. Os puedo decir que he abandonado totalmente la caza y que mi única afición es el bonsái.
Saludos
AH! Ya sabía yo que eras un buen pájaro.
ResponderEliminarDa la casualidad que yo hice la tesina sobre la alimentación de los túrdidos y eran cazadores como tu los que me proporcionaban el material de laboratorio.
Un saludo.
Gracias Juan Antonio. Aprecio tu comentario en su valor pues es de erudito a profano.
ResponderEliminarUn abrazo
Lo de mirlo blanco que dice tu suegra, no sé, no sé. Yo espero que no desaparezcan ninguno de estos parajillos, y sigmaso disfrutando de sabinas, acebuches y otras especies durante mucho tiempo.
ResponderEliminarUn abrazo
buen articulo amigo.
ResponderEliminarMe gusta.
Un besito.
Loli, cuando un busca-yamadoris vaya a arracar una planta debe pensar mucho. ¿Se imaginará una cagada de pájaro? ¿Sabrá que va en contra de la Naturaleza que puso en marcha un mecanismo infalible para garantizar su supervivencia? ¿Cuántos yamadoris sobreviven? ¿Cuantos yamadoris merecen la pena haber sido arrancados de su lugar de nacimiento? Cuando se vende un yamadori a un profano ¿cuántas posibilidades tiene de supervivencia? ¡Ah debí fallar en el transplante! Recapacitemos.
ResponderEliminarSalva besitos también para toi.
Que no lo decia por lo de recolectar, que yo disfruto de los arboles en mis paseos.
EliminarNo lo decía por tu comentario. Era un pensamiento en voz alta. Gracias
EliminarHoy he estado dando un paseito mañanero, no veas que fotos he hecho.
EliminarUn abrazo
inteesante y emotivo yo disfruto de ellos por el jardín de casa espero a los tordos pronto a comer las aceitunas que cubren e suelo ,los acebuches peroducen kilos de ellas un espéctaculo ,un abrazo
ResponderEliminarGracias Toni y me imagino que con la cámara en la mano. Un abrazo
ResponderEliminarComo siempre...........magistral
ResponderEliminarGracias
Muchas gracias Rosa. Me alegro mucho de verte por aquí.
EliminarTú si que eres un zorzal, me alegra que dejaras de perseguirlos.
ResponderEliminarYo recojo algunos de esos huesos y los planto en el campo, alguien los recogerá con el tiempo.
Sigo leyendo que hay tema.
Gracias arbolito por tu visita y comentario
EliminarSaludos